No hay duda de que la responsabilidad en la educación es de los padres… y si hablamos de educación afectiva y sexual, dicha responsabilidad adquiere dimensiones, si cabe todavía mayores. Sin embargo, si sondeamos a nuestro entorno, son muy pocos los padres que suelen tener conversaciones sobre sexualidad con sus hijos.
Es un tema con el que no nos acabamos de sentir “confortables”; por un lado, porque probablemente las conversaciones que mantuvimos sobre ello con nuestros padres dejaron mucho que desear; por otro, porque la hipersexualización de esta sociedad es tan grande, que nos ha pillado a todos un poco perdidos.
Agora Love, nació en plena pandemia con la intención de ayudar a los padres en la educación afectiva y sexual de sus hijos. Después de unos años, seguimos convencidos de que la mejor manera de afrontar la deformación sobre el sexo que les llega a nuestros jóvenes a través de los anuncios, las canciones, las redes sociales, los videojuegos y la pornografía, es hablando mucho con ellos.
En ocasiones, no quieren hablar, así que también (y sobre todo) necesitan nuestro ejemplo. Necesitan que les hablemos de la belleza y la grandeza de la sexualidad, buscando referentes cercanos, testimonios reales, películas y libros que muestren que el amor para siempre existe y que no es cuestión sólo de atracción y enamoramiento. El amor es también un acto de la voluntad.
¿Y cuándo puede ser bueno empezar a hablar de “estos temas”? La educación afectiva y sexual tiene sus inicios en la más tierna infancia… desde que somos bebés y desarrollamos el vínculo del apego. Luego, en la etapa de infantil y primaria, es bueno que aprovechemos esas “preguntas o situaciones incómodas” para contarles de manera clara y verdadera la belleza de la sexualidad, adecuando nuestras explicaciones a la naturaleza de sus preguntas y, por supuesto, a la edad del sujeto que las formula, pero, sobre todo, respondiendo siempre en positivo y con la verdad.
Quiénes mejor que sus padres (los que más les queremos), pueden hablarles del amor y la sexualidad, aunque sean todavía demasiado pequeños. Siempre será mejor llegar un año antes que un solo día después.