Una de las mejores herencias que podemos dejar a nuestros hijos y alumnos son el haberles dado una sólida educación, y me ilusiona pensar que, si conseguimos sembrar en ellos firmes valores, raíces y convicciones, podrán ser capaces de mejorar el mundo y conseguir que la diferencia que hay respecto al que tenemos y al que nos gustaría tener – citando a Michelle Obama – sea más pequeña. Llegados a este punto me gustaría abordar las siguientes cuestiones ¿Qué entendemos por un niño bien educado? ¿Vale la pena? ¿No están los buenos modales un poco pasados de moda, “old-fashioned” que dirían los ingleses? ¿Qué momento es bueno para empezar a trabajarlos? ¿Cuáles los beneficios que podemos conseguir?
¿Qué entendemos por educación?
Tal como comenta Sheryl Eberly en su libro ‘365 good manners kids should know’ , cuando hablamos de buenos modales o de un niño bien educado, no hablamos de algo pretencioso o snob. No, ni mucho menos… estamos hablando en todo momento de demostrar respeto a los demás. El mismo del que hizo mención George Washington en un documento “110 Rules of Civility & Decent Behavior in Company and Conversation” afirmando que «cada acción realizada en compañía de alguien está dirigida a hacerse con algún tipo de señal de respeto hacia aquellos que están presentes» o, citando a otra gurú de la etiqueta, Emily Post, quien defendía que «los modales son una conciencia sensible de los sentimientos de los demás, si tienes esa conciencia, tienes buenos modales, sin importar el tenedor que uses».
Creo que es conveniente tener en cuenta algunas de las afirmaciones anteriormente expuestas, ya que nos ayudan también a no confundir la buena educación con una serie de reglas, límites que me son impuestos y que no me dejan ser natural o espontáneo… Nos gusten o no, existen, y no las podemos ni debemos obviar, sin olvidar que tenerlas en cuenta o no, tiene su repercusión.
Deberíamos conseguir que nuestros hijos o alumnos desarrollen su inteligencia emocional para que lleguen a ser sensibles, pensando en los sentimientos de la persona que tienen enfrente. Hoy más que nunca, necesitamos conectar, empatizar y comunicarnos de manera auténtica.
El comienzo
Cualquier momento es bueno para empezar a trabajar los buenos modales. Sin embargo, nadie pone en duda a día de hoy la importancia de la etapa de infantil como crucial para conseguir, a futuro, niños fuertes, resilientes, seguros de sí mismos, capaces de percibir las necesidades de los demás y de gestionar sus emociones correctamente.
Los niños necesitan además que desde pequeños les enseñemos cómo deben comportarse – con buena educación – cuando saludan por ejemplo a conocidos o les presentan a alguien. Alrededor de los 18 meses un niño es ya capaz de percibir que su comportamiento afecta a los demás por lo que será un buen momento para empezar con pequeños gestos o introduciendo “palabras mágicas” como “por favor”, “gracias” o “perdón”.
Un niño que es capaz de ponerse en la piel del otro, tendrá más fácil adquirir y consolidar unos buenos modales en su etapa adolescente y adulta. Es una consecuencia lógica que deriva del propio respeto al otro. Cada día tenemos muchas oportunidades de ponerlo en práctica, solo es cuestión de estar alerta y aprovechar cada ocasión.
En cuanto a si vale la pena, ¡por supuesto que sí! Cada vez más… Como padres, debemos tratar de conseguir que nuestros hijos, poco a poco, se vayan dando cuenta que no son el centro del universo. Ayudémosles a ir saliendo de esa etapa egocéntrica cuando son pequeños para que vayan siendo sensibles a los demás, a sus compañeros, a sus abuelos, maestros…
Equiparles para el futuro
Si logramos conseguirlo, los beneficios serán múltiples, ya que la adquisición de buenos modales conlleva de manera muy directa a adquirir otra serie de cualidades importantes que serán de gran valor para su futuro profesional. En ocasiones nos centramos en las habilidades y aptitudes apuntándoles a miles de extraescolares y nos olvidamos de las actitudes. Un buen autocontrol, unas buenas habilidades sociales o saber que las normas y los límites son necesarios en muchos aspectos, favorece que los niños puedan crecer con seguridad y una correcta autoestima.
La mejor manera de hacer frente a la timidez o inseguridad de nuestros hijos en distintas situaciones será equiparles con estas pequeñas habilidades que en definitiva les empoderan para hacer frente a distintos escenarios que en ocasiones les incomodan o les gustan menos pero que, quieran o no, tendrán que vivir.
Transmitamos a nuestros hijos con creatividad e ingenio qué actitudes son de buena educación y cuáles no. Tiene que saber qué esperamos de ellos, en nuestra mano está reforzarles positivamente cuando lo hayan conseguido o se hayan esforzado por conseguir pequeños avances…
Llegados a este punto, me gustaría resaltar la gran responsabilidad que tenemos como educadores. Nuestros hijos y alumnos nos están observando en cada momento… incluso cuando no somos conscientes de ello. Aprenden continuamente de nosotros y seguirán nuestro ejemplo mucho más que nuestro consejo.
Para concluir, destacar cómo los buenos modales siguen siendo actuales, es más, son más necesarios que nunca… ojalá consigamos que nuestros hijos sean puntos de referencia en una sociedad tan cambiante y con tantos retos como la nuestra.
Es, al fin y al cabo, una inversión para toda la vida en la que se requiere constancia y mucha paciencia… pero que, definitivamente, vale la pena.