No podemos dar clase en el siglo XXI como en el anterior. Además de haber avanzado el contenido de cada ciencia en particular, a día de hoy, cerca del cuarto de siglo, se conocen mejor los procesos de aprendizaje y hay recursos didácticos disponibles de más calidad. Es cierto que la tecnología en la escuela, sólo por ser novedosa no debe de aceptarse a ciegas, pero tampoco cabe una actitud reactiva; lo razonable es conocer bien cómo aprendemos las personas y saber, de los recursos didácticos disponibles, cuál es el idóneo en cada caso, procurando enseñar a gobernar la capacidad de atención.
El uso de las tecnologías en las escuelas no ha resuelto todos los problemas educativos, pero ha contribuido a solucionar algunos. Con todo, es indudable que el educador actual tiene que contemplar el uso sano de esas posibilidades. Es tarea suya el establecer las prioridades formativas, en las que el alumno participará en mayor o menor medida según su edad y madurez. Si se da a elegir al alumno entre navegar por Internet o leer, quizá elija navegar, aunque necesite más leer. Considero que al alumno no hay que darle lo que pide sino lo que necesita, de la misma forma que los programas escolares no los hacen los alumnos sino los profesionales.
Si el docente consigue usar racionalmente las nuevas tecnologías en la escuela, podrá dedicar más tiempo a la atención individual. Otra ventaja de la tecnología para el profesor es que dispone de más recursos para lograr que sus clases resulten más atractivas y documentadas.
Una ventaja para las necesidades educativas
El software posibilita acceder a gráficos, diagramas, mapas, etc., que permiten preparar las clases mejor y poder comprender algunos conceptos que si sólo se utilizan recursos orales resultan complejos. Basta ver la diferencia entre la explicación del sistema solar hace unos años, con un balón y una pelota de tenis, y las posibilidades actuales de hacerlo mediante los recursos digitales. Mediante actividades interactivas crece también el interés de los alumnos. Estos medios facilitan comprender conceptos complejos con simulaciones o imágenes. Los alumnos pueden repasar las unidades trabajadas si se les facilita acceder a una plataforma digital para consultar sus dudas.
Por otro lado, los estudiantes con dificultad visual también pueden aumentar el tamaño de textos e imágenes, y los alumnos con problemas de audición usarán presentaciones visuales. Aquellas con otras necesidades educativas, como déficit de atención, se ven motivados a atender, por la variedad de actividades que pueden realizar.
Pero es importante no confundir la facilidad de uso que ofrece una herramienta y la actitud con la que se hace. A más posibilidades, mejores expectativas de resultados; con el mismo esfuerzo se pueden alcanzar objetivos más altos. Si se usaran para suprimir el esfuerzo de los alumnos, el profesor se convertiría en un organizador del ocio. No se trata de salir agotados del aula, pero no se asimilan conocimientos valiosos sin esfuerzo.